De la seriedad al éxtasis

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Este último retiro me reflejó el tema de la sobre-seriedad.

Hay momentos en los que la vida se vuelve pesada y en los que también nos volvemos demasiado pesadas. Sin darnos cuenta comenzamos a tomarnos todo con TANTA seriedad, intentando controlar todo, anticipar el futuro o culpabilizarnos por el pasado. En ese estado dejamos de fluir, y la belleza del presente se vuelve invisible. Caminamos como bajo una nube gris, tensas, autoexigentes y sobreexigentes con quienes más cerca tenemos y más aún con la vida misma.

Esa seriedad muchas veces tiene sus raíces en los primeros 7 años de vida, cuando nuestro cuerpo y nuestro corazón se sintieron inseguros.

Le toma a un niño/a aproximadamente siete años encarnar por completo en el plano físico, y durante este tiempo se establecen las bases de todos los patrones futuros de salud física, emocional y energética. Si crecimos en un entorno con miedo, ansiedad o exceso de control, ese estado se grabó en nuestra memoria corporal como una señal de que no era seguro relajarse, ni jugar, ni simplemente Ser. Entonces comenzamos a tensarnos, a vigilarnos, a desconfiar… y sin darnos cuenta apagamos nuestra alegría natural, nuestra esencia más pura. Esa antigua defensa, que alguna vez nos protegió, se transforma en rigidez y separación. Trae diferentes desequilibrios físicos, emocionales y de personalidad. Esta huella nos dificulta ser madres también porque perdimos la alegría, la confianza y la capacidad de jugar!

La seriedad en exceso puede mostrarse como frigidez, cuando reprimimos nuestra energía y congelamos nuestra sensualidad, o como frivolidad, cuando intentamos parecer ligeras y felices pero por dentro cargamos enojo y emociones intensas que tarde o temprano estallan. Y así, encerradas en la mente, perdemos contacto con nuestra alma y con la alegría que habita en lo más profundo de nuestro corazón.

Pero cuando dejamos de usar la fuerza contra la vida y empezamos a confiar en su flujo natural, algo mágico sucede: entramos en la frecuencia de la Delicia.

La Delicia es esa energía viva que brota cuando aceptamos y amamos profundamente la vida tal como es. Es sentirnos libres, juguetonas ligeras y perfectamente ¨imperfectas¨. Es volver a nuestro cuerpo y recordar lo sagrado que es simplemente estar vivas. Desde esta frecuencia todo cambia: nos volvemos más espontáneas y abiertas, la suerte comienza a acompañarnos, nuestra energía se vuelve suave, magnética y sensual, y dejamos de medirnos por ideas de éxito o fracaso. Dejamos de torturarnos mentalmente sin sentido, dejamos de perder energía y de dañarnos. Nos empoderamos.

Más allá de la delicia existe una frecuencia aún más alta: el Éxtasis. Y no es algo que se alcance con esfuerzo, sino que aparece cuando silenciamos la mente, abrimos el corazón y dejamos que el espíritu penetre nuestro cuerpo. Es la dicha pura de estar vivas, sin necesidad de hacer nada más. Jugamos, reímos, amamos la vida entera.

Éxtasis es hacer el amor con la existencia misma: es hacerle el amor a un paisaje, a una actividad cotidiana, al silencio… Es hacer el amor a cada instante, a la mirada de nuestros hijos, a la mano de nuestra pareja, a cada respiración. Es agradecer profundamente por este cuerpo y por cada momento en que la vida nos atraviesa.

Si sientes que estás viviendo desde la seriedad, no necesitas forzar el cambio, solo abrir el Corazón y la mente. Las Flores de Bach y las plantas medicinales pueden ser un hermoso acompañamiento en este proceso, integrando y entendiendo las emociones y raíces que te mantienen en la sombra y ayudándote a elevar la frecuencia y tu capacidad de disfrutar la vida con el corazón abierto. Porque la verdadera magia aparece cuando dejamos de interferir con el flujo de la vida.

Con amor. 🌸

Tatiana

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